En aquella época oí decir que lo que me despierta cada día no es el despertador, sino mis sueños. Pero yo no estaba de acuerdo porque pensaba que me despertaba un despertador todos los días. Por supuesto, no es que no tenga sueños, al contrario, siempre me he aferrado a ellos. Pero puedo discutir esa afirmación igualmente, y no son sólo palabras vacías, es realmente una experiencia personal que me llevó a esta única conclusión.
¿Cómo decirlo? Empecemos por el fenómeno más sencillo, por ejemplo, levantarse de la cama. Casi todas las mañanas, haga frío o calor, me fijo en las siete para levantarme temprano, el motivo resulta ser la persecución de los sueños. ¿Qué papel desempeña el despertador en este proceso? Es un detonante, un medio para el equivalente del TOC. Cuando ese icónico sonido de alarma por la mañana apto para dormir perturbó sin piedad mi sueño, no me resentí, y no apagué el móvil para seguir quedándome en la cama, sino que inmediatamente me trasladé al ordenador, empecé a devanarme los sesos, bailando y escribiendo. Esto se debe a que el estatus de la alarma en mi mente no es el de una molestia que me insta a ir a trabajar, sino el de un benefactor inextricable y directamente ligado a mis sueños. Por lo tanto, tengo que levantarme.
¿No es el sueño el que me despierta y no el despertador? Pues no. Ese argumento ignora burdamente el papel que desempeña el despertador en todo el asunto, mientras que lo que yo pretendo es hacer justicia al despertador señalando su importancia. El despertador es un participante en el proceso de despertarse temprano, está relacionado con el sueño, pero no forma parte del sueño. Sin el despertador, “despertarse temprano para soñar” no sería válido, o sería una discusión diferente.
Lo mismo ocurre con todo lo demás. Si somos flojos, a menudo tenemos altibajos y a veces no conseguimos encontrar el éxito porque pensamos que podemos descartarlo todo sólo con nuestros sueños. Los estudiantes con poco autocontrol o escasa capacidad de aprendizaje, entre los que me incluyo, deberíamos encontrar un punto de memoria en nuestras vidas, como un “despertador”, que nos recuerde que debemos ponernos en contacto con nuestros sueños. No subestimes estos puntos de memoria, es asombroso, en cuanto aparezca, limpiaremos de forma natural la pereza y la procrastinación habituales, y nos centraremos por completo en el empeño soñado, urgente. Es como cuando suena el despertador, me levanto de la litera y empiezo a componer una redacción.
De este modo, el TOC no es tan “imperdonable” como lo pintan, al menos eso creo yo. De hecho, he estado disfrutando de las ventajas del TOC, la mayor de las cuales es la capacidad de ceñirme a una rutina establecida y no terminar una tarea hasta que esté hecha. Para la vida, puede ser un poco atascado, pero no es un acierto ponerlo por encima de tus sueños. Es como tener que comer cuando tienes hambre, o levantarte cuando suena el despertador. El efecto es muy bueno.
En realidad, el espíritu de lucha de mucha gente se consume a sí misma, y podemos sentirnos menos avergonzados si tratamos todo como si estuviera fuera de nuestro alcance y el cielo fuera el límite. Si los hábitos son difíciles de cambiar, más vale que los pongamos en práctica con la ayuda de una fuerza externa, como un determinado desencadenante que nos obligue a empezar a realizar tareas, como lo es un despertador para levantarse. Con la intervención de una fuerza externa, tendremos menos opciones disfrazadas de firmeza, por lo que podremos entrar en estado más rápidamente y surtir efecto.
Por eso digo: “El despertador es lo que me despierta cada día”, y no es sólo un sueño. Los sueños son importantes, pero no son lo único. Igual que si quiero ver un partido de fútbol del Barcelona a las 3.30 de la madrugada, no puedo suponer que si tengo suficiente amor por el Barcelona, me despertaré a esa hora, ¿verdad? Un despertador sigue siendo necesario para ayudarme a borrar los malos pensamientos que tengo cada vez que quiero volver a dormirme.
La vida necesita más despertadores que me indiquen cuándo debo levantarme y ponerme a trabajar.